Por José Luis Castro Ruiz
1.- la Ley 5/2012, de 6 de julio, de mediación en asuntos civiles y mercantiles, establece los principios esenciales de la mediación, esto es: Voluntariedad y libre disposición; Igualdad de las partes e imparcialidad de los mediadores; Neutralidad; Confidencialidad.
Asimismo, se dice y hemos de destacar como muy importante, y del lado de las partes en conflicto sujetas a mediación, que deberán actuar entre sí conforme a los principios de lealtad, buena fe y respeto mutuo; y que Las partes deberán prestar colaboración y apoyo permanente a la actuación del mediador, manteniendo la adecuada deferencia hacia su actividad.
A su vez, y ello es también destacable, el mediador facilitará la comunicación entre las partes y velará porque dispongan de la información y el asesoramiento suficientes, desarrollando una conducta activa tendente a lograr el acercamiento entre las partes, con respeto a los principios recogidos en la Ley y ya expuestos más arriba.
Este es, muy sucintamente, el marco legal; pero hay mucho más que nos puede alumbrar mejor sobre la necesidad de establecer la mediación como una de las destacadas maneras de arreglar situaciones de conflicto de forma autocompositiva, es decir sin recurrir a la decisión de otras instancias ajenas a las partes.
Además de las bondades intrínsecas de la mediación, hemos de destacar, de consuno con nuestro legislador gubernamental (la gobernanza como se dice hogaño), en este caso a través de la técnica del Real Decreto ley, hoy tan utilizada, y en la profusa exposición de motivos del Real Decreto-ley 6/2023, de 19 de diciembre, que “el número actual de asuntos judicializados, unido al riesgo patente de aumento de los plazos de pendencia coloca a la Administración de Justicia en una situación muy delicada que exige adoptar medidas inmediatas y efectivas, so pena de que aquélla se vea abocada a un incremento en la duración media de los asuntos e incluso un colapso de la actividad de los Tribunales, con grave afectación a los intereses de la sociedad española cuya tutela se confía a dichos órganos jurisdiccionales”.
Es decir que no es sólo una situación distópica que viene siendo pregonada vox populi sino que se reconoce abiertamente desde voces gubernamentales autorizadas, que la Justicia está al borde del colapso; por lo que además de la digitalización obligada por instancias supranacionales, la interoperabilidad de las sedes judiciales en todo el Estado, el uso preferente de las comparecencias telemáticas, plataformas digitales, etc, se hace necesario un sistema más racional, más humano, más flexible, más cómodo, rápido, económico y que da buenos resultados histórica y estadísticamente, como es la mediación.
Y para ello es importante destacar la figura profesional del mediador/a, cuya contribución resulta fundamental para que las mediaciones se lleven a efecto de manera fructífera y provechosa para todas las partes.
El mediador profesional utiliza las técnicas y herramientas que aprende, conoce y controla por su formación, a través del ejercicio de su cometido y por la experiencia que atesora (ya sabemos que siempre en cualquier oficio se dice que la experiencia es un grado, que el estudio y la experiencia son los padres de la ciencia y que la experiencia y la paciencia son gran ciencia); es, como digo un profesional, y no un mago que utiliza pócimas, brebajes o ungüentos (me viene a la cabeza el cervantino bálsamo de fierabrás de la literatura caballeresca medieval), no es, el mediador, ningún nigromante sino un experto conocedor de las técnicas y herramientas que deben utilizarse; muchas de ellas presentan cierta complejidad y no están al alcance de quienes carecen de la necesaria preparación, formación, experiencia y disposición.
Vamos a enumerar, a título de ejemplo, algunas cualidades y habilidades que considero básicas en el desempeño de todo buen mediador, a mayor abundamiento de lo que dice la ley como queda expuesto, a saber:
Todo mediador debe ser prudente: la prudencia alude a cautela, moderación, sensatez, buen juicio; consiste, siguiendo nuestro diccionario, en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguirlo o huir de ello; el mediador debe saber en cada momento distinguir lo correcto para que la mediación funcione, y lo que debe evitar, para precaverse del fracaso; el mediador debe ser un conductor de voluntades al fin pretendido del acuerdo satisfactorio o del acercamiento entre las partes con objeto de mejorar la situación que se presenta.
Todo mediador debe ser justo; si bien el mediador no dicta resoluciones, sentencias o autos judiciales, sí debe dar a cada una de las partes, en el curso de una mediación, lo que es debido, la oportunidad de explicar su problema, su punto de vista, debe permitir a cada una de las partes de forma equitativa, equilibrada y ordenada explicar, sin interrupciones ni obstáculos y con buen talante, lo que siente, cómo lo siente y por qué lo siente, evitando la discusión, el acaloramiento y el desorden.
Todo mediador debe ser fuerte; debe hacer lo necesario para que las partes venzan el temor y al mismo tiempo eludan la temeridad; debe dar al débil lo que necesita para que se sienta sereno y dueño de sí mismo y al fuerte también pero rechazando la temeridad, la imprudencia, la intimidación y las posiciones de superioridad, igualando con firmeza pero con moderación y equilibrando en la medida que se necesite la condición de las partes; debe procurar que las partes se sientan siempre cómodas y no dominadas ni sometidas por la parte predominante si la hay.
El mediador debe ser persona templada, sujetando los impulsos vehementes de las partes procurando conducirlas a la razón; la razón debe ser el horizonte al que el mediador debe procurar que las partes lleguen por sí mismas; debe atemperar el oleaje e impedir que la tormenta siga desencadenando la discordia y el desencuentro; debe sosegar al vigoroso y estimular al retraído.
Esto no es más que un trasunto de las cuatro virtudes cardinales, en cuyo crisol deben fundirse las temperaturas elevadas que sin duda suelen traer consigo las partes en conflicto. Pero qué difícil resulta a veces para cualquier persona inmersa en estas situaciones de conflicto, ya sea como observador, como crítico, como juzgador o árbitro, permanecer en todo momento imparcial, justo, neutro, equilibrado y equidistante; sin embargo, el mediador debe serlo, como un prius, para aplicar las técnicas que conoce y que pueden ayudar a las partes a resolver su propio conflicto o al menos a mejorar la situación de la que preceden.
2.- En cualquier caso el hombre en sociedad quiere y debe resolver sus propios conflictos, para la tranquilidad de su espíritu y la paz y bienestar de los que le rodean; aquellos que aparentemente son triviales, como por ejemplo un conflicto entre vecinos por unos ruidos nocturnos, y que son situaciones que desde fuera se suelen ver como insignificantes pero para quienes las sufren representan tanto que no se les quitan de la cabeza, que les obsesionan y que a veces desembocan en dramas o incluso tragedias que casi nadie se explica a posteriori si no se sumerge uno en las neurosis que provocan a veces los enfrentamientos ora evidentes o bien larvados, y que necesitan siempre cura, terapéutica o solución para que no se enquisten y se transformen al cabo en tempestades ingobernables.
Desde los más nimios como digo, hasta los más importantes objetivamente, porque suponen a veces muertes cruentas de la indefensa población civil y desastres tales como daños irreparables al patrimonio de la humanidad; me refiero a los conflictos bélicos, a los crímenes de lesa humanidad, a los genocidios; sean queridos y buscados por las partes o provocados por una de ellas en perjuicio de otra que los sufre.
Si veíamos que el Derecho nacional y su jurisdicción no vienen siendo hábiles o capaces de dar satisfacción a los numerosos conflictos que sufre el ciudadano en su devenir diario, por costosos, lentos, ineficaces y porque no resuelven en realidad el conflicto sino que dan la razón a una parte constituyéndola como vencedora y estableciendo una derrotada, vencida que no quedará satisfecha ni con el Derecho ni con la jurisdicción que lo administra, ni con la nueva situación que se le presenta; asimismo el Derecho internacional a lo largo de un siglo, cuajado de convenios, tratados y convenciones, organizaciones, Cortes penales y tribunales internacionales, todos ellos creados con la mejor intención y buena fe con objeto de prevenir la generación de conflictos bélicos, nos ha demostrado su ineficacia; el Derecho Internacional y sus instituciones, han fracasado en esta su misión de impedir que se sigan produciendo estas terribles y horrísonas matanzas de personas inocentes; todo lo más que este derecho internacional y sus (costosas) instituciones, han venido consiguiendo, ex post facto, es imponer sanciones y castigar a los culpables que han tenido que ser, además y previamente, derrotados en el campo de batalla.
Hemos pues de reaccionar también ante la insuficiencia del Derecho para evitar los conflictos internacionales, los crímenes contra la humanidad, el genocidio, etc. No podemos seguir confiando exclusivamente en la aplicación del Derecho para evitar y prevenir los conflictos, sino únicamente con posterioridad al desastre que ya se ha producido y para establecer culpables. Por lo tanto, hemos de reaccionar todos vivamente para cambiar este panorama.
Se ha demostrado por lo tanto, que la mera aplicación del Derecho NO HA SERVIDO para solucionar los conflictos, ni los de carácter individual ni los de naturaleza colectiva; pero el hombre, que no se ha conformado con la situación que tenía entre manos a lo largo de la historia, se echó a la mar en la busca de otras tierras, de otros mundos, de otros escenarios; el hombre es rebelde por naturaleza, y cuando es consciente de que tiene que haber alternativas a los graves problemas que viene padeciendo y que no es capaz de solucionar con los clásicos instrumentos que se ha dotado a lo largo de la historia y que tiene a su disposición, busca alternativas, investiga, escruta, se aventura en la búsqueda de otros mundos más allá de los ya conocidos.
Es el tiempo de la aventura, del compromiso, es el momento de la mediación como una carabela de paz y esperanza que debemos botar con la ilusión de que sean los mismos hombres, guiados por mano firme, justa, templada y prudente, hablen de sus problemas, desvelen sus ansiedades, sus miedos, sus frustraciones, traten de aliviar sus rencores, sus resentimientos, su violencia, a través de sí mismos, sin recurrir a tribunales nacionales o internacionales, sino mediante un diálogo conducido, administrado por profesionales expertos; esto no es mesiánico, es de sentido común, de la recta razón y está en nuestras propias manos; el hombre debe rebelarse, alzarse frente a la tradición que no le ha llevado a ninguna parte (los conflictos siguen produciéndose a lo largo de toda la historia y ni los más sesudos eruditos del Derecho han sido capaces de detenerlos); debe alzar la voz y reconocer que es inútil seguir buscando soluciones en instancias ajenas, ni menos aún mediante el uso de la violencia, sino que nosotros mismos tenemos en nuestra mano la posibilidad, que debe ser certeza, de ser capaces de sentarnos y hablar para descifrar, tratar y arreglar nuestros problemas.
Basta ya de frustraciones, es el momento de ser revolucionarios, de ser modernos (no debemos esperar a que sea la inteligencia artificial la que nos explique, con todos los datos históricos de que dispondrá para construir sus paradigmas, qué es lo que tenemos que hacer para resolver nuestros desencuentros) y no seguir anclados en el pasado; es el momento de la mediación a todos los niveles; nosotros mismos tenemos la solución en nuestras propias manos.
-Las opiniones vertidas por los autores en sus artículos son propias y por tanto la responsabilidad que puedan ocasionar es responsabilidad únicamente de los mismos-
Mediation as a weapon against weapons
- Law 5/2012, of July 6, on mediation in civil and commercial matters, establishes the essential principles of mediation, namely: voluntariness and free disposition; equality of the parties and impartiality of the mediators; neutrality; and confidentiality.
Likewise, it is said and we must highlight as very important, and on the side of the parties in conflict subject to mediation, that they must act among themselves in accordance with the principles of loyalty, good faith, and mutual respect, and that the parties must provide permanent collaboration and support to the mediator’s actions, maintaining appropriate deference to his activity.
At the same time, and this is also notable, the mediator will facilitate communication between the parties and ensure that they have sufficient information and advice, developing active conduct aimed at achieving rapprochement between the parties with respect to the principles included in the law and already explained above.
This is, very succinctly, the legal framework. But there is much more that can shed more light on the need to establish mediation as one of the outstanding ways to resolve conflict situations in a self-composing manner, that is, without resorting to the decisions of other bodies other than the parties.
In addition to the intrinsic benefits of mediation, we must highlight, in conjunction with our government legislator (governance as they say today), in this case through the technique of the Royal Decree Law, so widely used today, and in the profuse exposition reasons for Royal Decree-Law 6/2023, of December 19, that “the current number of judicialized matters, together with the obvious risk of increasing pendency periods, places the Administration of Justice in a very delicate situation that requires adopting immediate and effective measures, under penalty of the latter being doomed to an increase in the average duration of cases and even a collapse of the activity of the Courts, with serious impact on the interests of Spanish society whose protection is entrusted to said jurisdictional bodies.” It is not only a dystopian situation that has been proclaimed vox populi, but it is also openly recognized by authoritative government voices that justice is on the verge of collapse. Therefore, in addition to the digitalization forced by supranational bodies, the interoperability of judicial headquarters throughout the state, the preferential use of telematic appearances, digital platforms, etc., a more rational, more humane, and more flexible system is necessary. more comfortable, faster, and economical, and that gives good results historically and statistically, such as mediation.
And for this, it is important to highlight the professional figure of the mediator, whose contribution is essential for the mediations to be carried out in a fruitful and beneficial manner for all parties.
The professional mediator uses the techniques and tools that he learns, knows, and controls through his training, through the exercise of his task, and through the experience he accumulates (we already know that in any profession it is always said that experience is a degree, that study and experience are the parents of science, and that experience and patience are great science); He is a professional and not a magician who uses potions, concoctions, or ointments (the Cervantine balm of beasts of medieval chivalric literature comes to mind); he is not the mediator, any necromancer, but an expert knowledgeable of the techniques and tools to be used. Many of them present a certain complexity and are not available to those who lack the necessary preparation, training, experience, and disposition.
We are going to list, as an example, some qualities and skills that I consider basic in the performance of every good mediator, in addition to what the law says as stated above, namely:
Every mediator must be prudent. Prudence refers to caution, moderation, good sense, and good judgment. It consists of following our dictionary in discerning and distinguishing what is good or bad, to follow it or flee from it. The mediator must always know how to distinguish what is correct for the mediation to work and what he must avoid preventing failure. The mediator must be a conductor of wills towards the intended goal of a satisfactory agreement or rapprochement between the parties to improve the situation that arises.
Every mediator must be fair. Although the mediator does not issue resolutions, sentences, or judicial orders, he must give each of the parties, during a mediation, what is due, the opportunity to explain their problem and their point of view. He must allow each of the parties, in an equitable, balanced, and orderly manner, to explain, without interruptions or obstacles and with good grace, what they feel, how they feel it, and why they feel it, avoiding discussion, heat, and disorder.
Every mediator must be strong; he must do what is necessary for the parties to overcome fear and, at the same time, avoid recklessness. You must give the weak what they need to feel serene and master of themselves, and the strong too, but reject recklessness, intimidation, and positions of superiority, equalizing firmly but with moderation and balancing to the extent that needs the condition of the parties. He must ensure that the parties always feel comfortable and not dominated or subjected by the predominant party if there is one. The mediator must be a temperate person, supporting the vehement impulses of the parties, trying to lead them to reason; The reason must be the horizon to which the mediator must ensure that the parties reach by themselves; He must calm the vigorous and stimulate the retiring.
This is nothing more than a transcript of the four cardinal virtues, in whose crucible the high temperatures that the parties in conflict undoubtedly usually bring with them must be melted. But how difficult it is sometimes for any person immersed in these conflict situations, whether as an observer, critic, judge, or arbitrator, to remain impartial, fair, neutral, balanced, and equidistant always? However, the mediator must be, like a prius, to apply the techniques that he knows and that can help the parties resolve their own conflict or at least improve the situation they preceded.
2.- In any case, man in society wants and must resolve his own conflicts, for the tranquillity of his spirit and the peace and well-being of those around him; those that are apparently trivial, such as a conflict between neighbours overnight noises, and which are situations that from the outside are usually seen as insignificant but for those who suffer them they represent so much that they cannot get out of their minds, that they become obsessed and that sometimes lead to dramas or even tragedies that almost no one can explain a posteriori if one does not immerse oneself in the neuroses that sometimes provoke confrontations that are either obvious or latent, and that always need a cure, therapy or solution so that they do not become entrenched, and eventually become ungovernable storms. From the most trivial to the most objectively important, war conflicts, crimes against humanity, and genocides, whether they are wanted and sought by the parties or caused by one of them to the detriment of another who suffers them.
National law and the national Courts are not able or capable of satisfying the numerous conflicts that citizens suffer in their daily lives because they are expensive, slow, ineffective, and do not actually resolve the conflict but rather prove it right. There are always a winner and a defeated party in each trial. Therefore, neither the Law nor the Courts that administers it can satisfy both parties. Likewise, international law over the course of a century, made up of agreements, treaties and conventions, organizations, criminal courts and international tribunals, all of them created with the best intention and good faith in order to prevent the generation of war conflicts, has shown us its ineffectiveness.
International Law and its institutions have failed in their mission to prevent these terrible and horrific massacres of innocent people from continuing to occur; All that this international law and its (expensive) institutions have been achieving, ex post facto, is to impose sanctions and punish the guilty who have had to be, in addition and previously, defeated on the battlefield.
We must therefore also react to the insufficiency of the law to avoid international conflicts, crimes against humanity, genocide, etc. We cannot continue to rely exclusively on the application of the law to avoid and prevent conflicts, but only after the disaster has already occurred and to establish culprits. Therefore, we must all react strongly to change this panorama.
It has been demonstrated, therefore, that the mere application of the Law HAS NOT SERVED the purpose to resolve conflicts, either those of an individual nature or those of a collective nature; But man, who has not been satisfied with the situation he had in his hands throughout history, looks for other lands, other worlds, other scenarios; Man is rebellious by nature, and when he is aware that there have to be alternatives to the serious problems that he has been suffering and that he is not able to solve with the classic instruments that he has been equipped with, man looks for alternatives, investigates, scrutinizes, ventures in the search for other worlds beyond those already known.
It is the time of adventure, of commitment, it is the time of mediation as a caravel of peace and hope that we must launch with the hope that it will be the same men, guided by a firm, fair, temperate and prudent hand, speaking of their problems, reveal their anxieties, their fears, their frustrations, try to alleviate their grudges, their resentments, their violence, through themselves, without resorting to national or international courts, but through a dialogue conducted and administered by expert professionals. This is not messianic, it is common sense, right reason and it is in our own hands. Man must rebel, rise up against the tradition that has led him nowhere (conflicts continue to occur throughout history and not even the most brainy legal scholars have been able to stop them); must raise its voice and recognize that it is useless to continue looking for solutions in other people’s bodies, much less through the use of violence, but that we ourselves have in our hands the possibility, which must be certain, of being able to sit down and speak to decipher, treat and fix our problems.
It is time to be revolutionary, to be modern (we should not wait for artificial intelligence to explain to us, what we must do to resolve our disagreements) and not remain stuck in the past. It is time for mediation at all levels. We have the solution in our own hands.
The opinions expressed by the authors in their articles are their own and therefore the responsibility they
may cause is the sole responsibility of them.