Por José Luis Castro Ruiz
Hay mucho escrito sobre las características que debe poseer un mediador para contribuir a que la mediación sea un éxito; podemos destacarlas de forma resumida, estableciendo subdivisiones:
– De carácter técnico:
* el mediador debe ser, con carácter general, persona formada, esto supone que debe poseer un buen bagaje cultural previo, que se obtiene a través de lecturas y cierta experiencia vital; no es preciso que sea un sabio ni un anciano; pero no puede ser un necio ni un ignorante.
* el mediador debe tener suficiente preparación en mediación, esto significa que debe conocer las técnicas, habilidades y herramientas que forman parte de la disciplina de la mediación, como ocurre en las demás profesiones o actividades sometidas a una disciplina regulada; esto se hace a través de cursos de iniciación y de experimentación.
– De carácter personal o de temperamento:
* el mediador debe ser persona de natural tranquila, sosegada, aplomada, reflexiva y prudente; y debe ser capaz de transmitir esas sensaciones; no es posible ser buen mediador en persona nerviosa, de carácter tendente a la inestabilidad, a la cólera, despótica, arbitraria, irreflexiva, impulsiva, indiscreta, etc. El carácter ya determina y descarta quien vale y quien no en este asunto.
* en el sentido anterior, pero muy especialmente, el mediador debe ser persona observadora y con cierta psicología, entendiendo por tal a quienes son capaces de percibir, analizar e intuir con certidumbre la disposición de cada parte en cada momento, en base a su gestualidad, emotividad, nerviosismo, agitación, inquietud, temor, etc; las personas despistadas o distraídas, como en cualquier otra tarea pero en esta especialmente, no serán apreciadas.
– De carácter externo, de apariencia o imagen; que podemos desgranar de la siguiente manera:
* es importante la gestualidad; en la medida de lo posible hemos de controlar los movimientos de las manos, que deben permanecer
abiertas como en actitud de ofrecer y no esconder nada; los brazos no deben permanecer cruzados en actitud defensiva sino extendidos y visibles; la postura debe ser relajada; se trata de no transmitir tensión o nerviosismo, sino relajación e interés.
* las miradas deben ser abiertas, francas y concretas, no huidizas e inseguras; y deben repartirse de forma equivalente a las dos partes; no se debe mirar al éter.
* la escucha activa, que significa acompañar con gestos positivos de cabeza las manifestaciones de las partes dando a entender que se comprende lo que dice y hacerse de forma paritaria; asimismo reproducir en resumen la idea que cada parte transmite con un: “¿es así lo que me ha parecido entender?” o frases similares, “si he entendido bien, lo que quiere reflejar es que…”; que ponen de manifiesto que se ha escuchado con atención y comprendido lo que cada parte quiere transmitir.
* es necesario dar en todo momento la sensación de que nos interesa lo que cada parte expone, prestando atención con la mirada y los gestos; se descartan miradas perdidas o al infinito, gestos de aburrimiento o parecidos.
Todo esto es sabido y hemos de tenerlo en cuenta, pero hoy veremos una cosa más: alguien dijo que en la mediación se trata de escuchar más que de hablar; esto es cierto en parte, el mediador no debe ser el protagonista, pero tampoco debe ser una estatua figurativa entre las partes, como un jarrón o un juez de silla que ve como la pelota va de un lado a otro de la pista; el mediador debe hacerse presente en todo momento y no sólo con los gestos sino con su propia palabra, para igualar y templar las intervenciones, interrumpiendo las salidas de tono, conteniendo la expresiones airadas y reconduciéndolas a la normalidad, no debe admitir descalificaciones ni actitudes vehementes o bruscas; el mediador es también un moderador del diálogo para que éste se desarrolle en términos de cordialidad, contribuyendo con calidez al debate.
Pues bien, aquí viene la cuestión de la voz del mediador; el tono, timbre y modulación; debemos descartar una sonoridad nerviosa, destemplada o desentonada; el sonido de la voz depende en alguna medida de las condiciones naturales de cada uno, pero puede corregirse y evitarse la sonoridad monótona o inarmónica: esto sí puede perfeccionarse y educarse; no se trata de ser exactamente como un presentador de
televisión o un locutor de radio, pero es muy importante que la voz resulte acompasada y agradable, sincrónica y pausada, para transmitir la sensación de control, dominio y dirección de la situación.
El mediador debe cuidar y templar su voz, para transmitir seguridad y empatía a las partes.
De esto se trata en esta reseña, de tener en cuenta el uso de la voz como una de las capacidades o habilidades del mediador; es importante lo que se dice, pero es igualmente importante cómo se dice, cómo suena y cómo transmite a las partes para dar la impresión de aplomo y control, de seguridad y solvencia; de dominio de la situación.
Hay que cuidar la voz y es muy importante para el mediador el uso adecuado de su voz, nítida, segura, franca, limpia, con determinación y naturalidad.
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